Doctor en Psicología
Terapeuta
Muchas veces nos hemos preguntado, cuál será la mejor comida del mundo, personas,
instituciones y países enteros compiten cada año por este reconocimiento, pero, ¿en
qué momento un aroma, un sabor, una textura, se vuelve un protagonista en la cultura
de los países?
Las herencias ancestrales tradicionales e incluso las del clan familiar, tienen dos aristas
claras, la una va de la mano de Mendel, quien ya advirtió que los genes humanos tienen
información que nos permite ser quienes somos, física e incluso emocionalmente, más aún,
advierte que nos da una identidad debido a la forma en la que nos adaptamos al entorno
que nos contiene. Tras varios estudios y más aun con la incorporación de la tecnología de la resonancia magnética en adelante, estos importantes estudios determinan que la
información genética se transfiere de padres a hijos en un alto porcentaje, pero
también se heredan ciertos rasgos que vamos adquiriendo en la experiencia de
la vida para afinar aún más, las formas en que nos adaptamos al mundo.
Los seguidores de Mendel, comparaban esta información, con un libro en el cual se escribe toda la información de padre y madre para dar origen a un nuevo libro, el hijo por nacer. Pero hacen un hallazgo muy interesante, se dan cuenta que durante el paso de la vida, los seres humanos editamos este libro, le ponemos notas al pie, añadimos separadores e incluso le ponemos “clips” a ciertos capítulos que ya no serán publicados en nuevos libros de la descendencia, esto sucede a consecuencia de experiencias y vivencias nuevas que vamos adquiriendo, por ejemplo, el hijo de un migrante ruso en Ecuador, sellará los genes que le dan el gusto adquirido por los sabores de la comida rusa y en su lugar, edita el libro con nuevas recetas. Este proceso llamado “metilación” por el metilo que “apaga” los genes que le dan estas preferencias, es el que lleva nuestro registro de preferencias, de gustos y de tendencia por una infinidad de cosas que se nos presentarán en la vida.
La alimentación, es una necesidad básica que está estrechamente ligada al instinto de supervivencia, de manera que los genes “editados” que nos llevan a preferir o desarrollar gustos por la comida, a menudo son genes dominantes, de manera que las generaciones nuevas del ejemplo, seguramente deberá desarrollar nuevamente, el gusto por la comida que ya no está en su entorno, “prenden” nuevamente los genes que les llegaron de forma transgeneracional, ahora, piensa por un momento en todo el movimiento migratorio que ha experimentado la humanidad en toda su historia, cuanta información traemos en nuestros genes, respecto de la alimentación, el gusto, el olfato, las memorias visuales y kinestésicas, parece ser que tenemos un tesoro de información en nuestros genes esperando ser descubiertos.
La otra forma, que de hecho está altamente ligada a la anterior, es la tradición, esto ya lleva mucha más información que la ligada genéticamente a nuestra supervivencia, pues se une a esta, la identidad del clan familiar, el simbolismo asociado a las tradiciones e inclusive, la estacionalidad de los productos que se utilizan y le dan identidad a toda una comunidad.
La cultura gastronómica es una parte integral de la manera en la que nos entendemos a nosotros mismos.
Tiene el poder de unir a las personas y también tiene el de dividirlas. No solamente eso, sino que la alimentación es un eje vertebrador de la vida. No es solo un reflejo de la historia, la geografía o la política de una nación, sino que también supone un reflejo de su cultura que a su vez se sustenta en sus creencias, creencias que atraviesan la vida personal y a través de las del clan familiar, te conectan con la comunidad y finalmente con la humanidad como tal.
Muchas veces, la creencia en torno a la gastronomía es la misma en todo el mundo, “nuestra comida es la mejor del mundo” y curiosamente, esta misma creencia nos divide a la vez que nos mantiene unidos y ese lazo irrompible no es otro que la comida, la gastronomía y por supuesto, la cultura.
La estructura de creencias es lo que da identidad a una persona, a su clan familiar y a la de todo un país, es por ello que son tan importantes y están presentes en todo ser humano, como parte de su sentido de vida, de su razón de ser, pero cuando la gastronomía entra en la ecuación y le da un contenido que va más allá del deleite de un sabor, cuando la estudia y le da un valor agregado que nos hace conscientes de que es salud física, salud mental y salud emocional, nacen las convicciones, estas que se entrometen en nuestro comportamiento visible y lo sazonan con orgullo, con fe, con una visión totalmente diferente de la comida que la leva desde el valor nutritivo, pasando por la política de salud pública y económico – social, hasta la identidad misma de un país entero que de forma casi natural, la defiende y la impulsa, éste comportamiento por la gastronomía local que es común en todas las naciones y nos une como humanidad ante un fin común y que es el mismo que nos divide, creando diversidad y un universo de culturas por descubrir, expande nuestra consciencia aun más allá de nuestras convicciones, inunda el consciente colectivo y lo enriquece para las generaciones, de forma ilimitada.
Esta es la herencia transgeneracional que no tiene precio, pero es inagotable, que no tiene dueño, pero está en el ADN de cada ser humano.