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alvaro jijon
Psicólogo Terapeuta



Nuestros antepasados influyen en nuestra vida de muchas
maneras, como por ejemplo en nuestra identidad, en
nuestras costumbres, en nuestra salud y por supuesto, en
nuestros hábitos alimenticios.
Identidad
Muchas veces me preguntan en consulta a cerca de las
lealtades familiares, un fenómeno psicológico al que
Bert Hellinger llamaba “sentido de pertenencia”, conocer a
nuestros antepasados nos ayuda a entender quiénes somos
y de dónde venimos e inevitablemente influye en el camino
que nos lleva a donde vamos.
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En una de las historias familiares y los relatos que Hellinger, nos deja en su teoría de las constelaciones familiares, esta inicia alrededor de una mesa, si, en el centro del comedor el observó con mucha curiosidad que en varios de los lugares, había un plato servido pero no un miembro de la familia, al preguntar por este hecho, le explicaron que cuando alguien muere o falta en la mesa, su puesto se respeta y lo más curioso, se deja en ese puesto el plato que más le gusta, el plato que le da la identidad, así mantienen viva la presencia de cada miembro familiar y evitan que otra persona tome su lugar, pues consideran esto un desorden que lleva a muchos males en la vida emocional, desde entonces podemos ver cómo la comida nos da una identidad y nos ayuda a establecerla, esa fue una de las conclusiones a las que llegó este investigador.
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Valorar nuestras raíces nos permite abrazar nuestra identidad y fortalecer nuestra autoestima y parece ser que en toda o casi toda cultura del mundo, la identidad ancestral, se representa entre otras cosas, en un plato de comida.
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Costumbres
Nuestros antepasados nos han transmitido costumbres que nos acompañan en nuestras vidas, como el respeto y la reciprocidad con la tierra, las creencias a cerca del mundo, entre otras no menos importantes, todo esto hace que cada uno sea quien es y mire la vida con sus propios matices, después de todo las cosas que nos afectan o nos motivan, no son lo que pasa a nuestro alrededor, sino, lo que percibimos de lo que pasa a nuestro alrededor, así, la realidad de cada uno es propia.
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Las emociones son un legado que llevamos con nosotros desde que nacemos y se fomentan como una impronta en nuestro cerebro, por ejemplo, en el acto de la lactancia e incluso el acto del beso, provienen de un hábito de las madres para alimentar a sus hijos cuando empiezan a la hora de comer, esto dispara el sentido erótico entre los dos y se impregna para siempre en cada uno de nosotros, es por ello que toda madre ha preguntado al menos una vez a su hijo infante o adulto ¿Qué te gustaría para comer? y de inmediato viene una sensación de bienestar asociada al erotismo entendido como placer por un acto físico. Entonces mira como la identidad se teje muy en lo profundo de la vida emocional en donde se gestan las motivaciones para que surjan en forma de comportamientos visibles ante los demás, la respuesta del entorno a ellos, es la materia prima que construye la realidad que vives cada día.
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Salud física y emocional
Nuestros antepasados nos han transmitido recetas familiares como parte de nuestra identidad y a la vez, como base de la identidad familiar y de la población entera haciendo que toda una población actúe como un individuo único, ante el resto del mundo, es por ello que cuando visitas una nueva población, invariablemente te harán conocer el plato típico de allí, sin duda la gastronomía es parte de la identidad de los pueblos, familias y de cada persona, se muestra como rasgo único de quien cocina o simplemente disfruta de ella, es la manera en cómo nuestros ancestros siguen influyendo en gran parte, el comportamiento que nos hace únicos ante el mundo.
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Nuestros antepasados nos han transmitido saberes que nos ayudan a entender la vida y la sanación y mejor aún, nos han transmitido sabores que nos hacen disfrutar el viaje.
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La información genética contenida en el ADN nos proporciona claves para el desarrollo de nuestros hábitos y sin duda alguna, uno de los rasgos predominantes, es la búsqueda del alimento, aquí tenemos un fundamento genético que se complementa incluso con la epigenética en el paso de nuestras vidas, es por ello que no es de extrañarse que los gustos y preferencias por los alimentos se diferencies en cada rincón del planeta y aun así une a las personas.
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Historia
Aprender la historia de nuestros antepasados nos ayuda a obtener una mayor comprensión de los desafíos que enfrentaron, pero también nos traen las alegrías que a menudo se recuerdan y atesoran, alrededor de una comida preferida por la abuela, bisabuela, tíos, etc. Así mismo, los valores y hasta antivalores propios de cada familia, se transmiten mayormente mientras se comparte o se añora una comida y es que, al ser un acto ligado a una necesidad primaria, nuestro cerebro la integra como una forma de superar los desafíos del entorno, es decir que se liga a la supervivencia pero a la vez dispara la creatividad, en palabras simples, es una de las pocas actividades que dispara el operador binario en el lado izquierdo del cerebro (Calculador, preciso, evaluador) y el operador holístico en el lado derecho del cerebro (Creativo, integrador, perceptivo), esto hace que la culinaria no sea una simple actividad sino un arte y por ello es universal.
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Esta es la forma más hermosa en la que podemos experimentar nuestras lealtades familiares y entender aquellas que nos ayudan o bloquean las relaciones con los las demás personas.
