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PABLO

CRUZ

Chef

Vicerrector del Instituto Superior YAVIRAC

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En el mundo actual, al adquirir alimentos procesados, es común encontrar el famoso semáforo nutricional, un sistema de alerta que informa sobre la presencia de azúcar, sal y grasas en los productos. Estos tres componentes, si se consumen en exceso, pueden desencadenar enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión y niveles elevados de colesterol, entre otros problemas de salud. La industria alimentaria es consciente de que el ser humano puede volverse adicto a estos sabores intensos, creando un ciclo perjudicial para la salud.

Los primeros signos de estas afecciones suelen manifestarse a través del sobrepeso y en casos más graves, la obesidad. En Ecuador, los datos son alarmantes: el 35 % de los niños entre 5 y 11 años presenta sobrepeso, y al menos un 60 % de esta población corre el riesgo de desarrollar obesidad, lo que a su vez podría ser un detonante para enfermedades crónicas (INEC 2019). Aunque un 67 % de la población comprende el propósito del semáforo de advertencia, el aumento constante de estas cifras genera dudas sobre la efectividad de la información disponible.

El conocimiento es, sin duda, poder. Sin embargo, el sistema educativo no proporciona una enseñanza profunda sobre la nutrición. En las escuelas, el tema de la alimentación se aborda de manera superficial, dejando a los estudiantes sin las herramientas necesarias para interpretar adecuadamente las etiquetas nutricionales. Es fundamental que desde la educación primaria se instruya sobre la lectura y comprensión de estas etiquetas, especialmente considerando que la industria alimentaria utiliza nombres engañosos y términos complejos para ocultar ingredientes nocivos.

Un claro ejemplo es la margarina, que a menudo se confunde con la mantequilla. Al examinar la etiqueta, encontramos que se trata de una grasa vegetal hidrogenada. Pero, ¿qué significa realmente esto? La hidrogenación es un proceso químico en el que se inyecta hidrógeno en la grasa vegetal, saturando los enlaces de carbono y transformando un aceite líquido en una sustancia sólida, como la margarina. Sin embargo, esta grasa saturada no se metaboliza de la misma manera que los alimentos saludables; es poco asimilable y no proporciona energía al organismo.

Las grasas vegetales hidrogenadas están presentes en una amplia gama de productos, incluyendo helados, golosinas, panes y embutidos. Por ello, es crucial que los consumidores se informen y lean cuidadosamente las etiquetas de los productos que adquieren. Si se encuentran ingredientes que no se comprenden o que parecen excesivos, es mejor optar por no consumir esos productos.

Las enfermedades no transmisibles son, a menudo, silenciosas pero muy prevenibles. La clave radica en empoderarse a través del conocimiento. Es hora de que tomemos decisiones informadas y responsables sobre nuestra alimentación, no solo por nuestra salud, sino también por el bienestar de las futuras generaciones. Al final del día, la verdadera riqueza está en cuidar de nuestro cuerpo y en entender lo que consumimos.

 

Una de las estrategias más efectivas para combatir la creciente problemática de las enfermedades no transmisibles es fortalecer la educación nutricional en todos los niveles. Las escuelas deben implementar programas que vayan más allá de un enfoque superficial y que incluyan talleres prácticos sobre la preparación de alimentos saludables, así como la lectura y comprensión de etiquetas nutricionales. además, es fundamental involucrar a los padres en este proceso; ofrecer charlas y recursos que les permitan apoyar a sus hijos en la elección de alimentos nutritivos puede ser un gran paso hacia la formación de hábitos saludables. La promoción de la educación nutricional desde la infancia establece una base sólida para el bienestar a largo plazo.


Asimismo, las comunidades pueden desempeñar un papel crucial en la difusión de información sobre hábitos alimentarios saludables. La creación de grupos de apoyo y talleres comunitarios puede fomentar un ambiente de aprendizaje colaborativo, donde los participantes comparten recetas, experiencias y consejos sobre la elección de alimentos. Además, es esencial que las políticas públicas apoyen estas iniciativas, promoviendo la accesibilidad a alimentos frescos y nutritivos, así como limitando la publicidad de productos ultraprocesados, especialmente dirigida a niños. Al unir esfuerzos entre la educación, la familia y la comunidad, podemos construir una sociedad más consciente y saludable. 
 

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